Cuando una lleva unos 80 exámenes de selectividad corregidos (unos 500 folios llenos de teoría de las ideas, conceptos nietzscheanos varios y argumentos marxistas más que discutibles) sólo tiene dos opciones: pegarse un tiro o irse al cine. Como no tenía pistola a mano, opté por lo segundo, y, mira por dónde, me encontré con una peli de lo más interesante. La están poniendo en los Cinebox Vistahermosa y, si tengo que juzgar por el número de espectadores que la vimos ayer en la sesión de las 17,40 h. (5 contándome a mí), no creo que dure mucho.
La película es de la directora Mira Nair, la misma que hizo La boda del monzón hace 4 ó 5 años. Los que hayáis visto esta última comprenderéis que no se me pasara por la imaginación llevarme los 3 paquetes de kleenex que me hubieran hecho falta.
El buen nombre se inicia con la boda pactada entre Ashoke y Ashima (la actriz bolliwoodiense Tabu, más guapa cuantos más años cumple en la película) y el traslado de ambos a Nueva York (en donde él trabajaba en algo relacionado con la ingeniería y la fibra óptica). Una vez allí, la cinta va dando saltos en el tiempo: de los primeros días en una Nueva York fría e inhóspita al nacimiento del primer hijo, Gogol (de ahí viene el título, por cierto), y de ahí al nacimiento de la segunda hija, la niñez de ambos, la adolescencia (memorable la visita que hacen a la India cuando son adolescentes -en particular al Taj Mahal-).... y no digo más para no desvelar algunos de los momentos más emotivos.
Inicialmente parece que la película se va a centrar en el desarraigo de los hindúes en Estados Unidos y los problemas derivados del mismo.... Y algo hay de eso en la historia de los Ganguli. Pero la película es mucho más: una historia de amor fascinante que nos lleva a pensar que, después de todo, tampoco están tan mal los matrimonios pactados; una historia de desencuentros y reencuentros generacionales que nos obliga a pensar en las barbaridades que les dijimos a nuestros padres cuando teníamos 18 años (y en las que, seguro, tendremos que oír de nuestros retoños); una historia de dolor y soledad provocada por la muerte del ser querido... y, de hecho, esa mezcla de temas, de "temazos", sin decantarse por uno en concreto, es lo que hace de esta peli un "collage" de la vida misma.
Los actores están bien (particularmente el hijo, Kal Penn, y la vulnerable madre), las imágenes de la India siguen siendo apasionantes (aunque, en algunos casos, es inevitable el "dejá vu" -estoy pensando en las bodas y celebraciones hindúes-), y, en conjunto, la película deja el sabor de boca propio del buen cine. Eso sí, conviene no olvidar los kleenex.
Besos de cine.
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