martes, 31 de julio de 2007

El dulce porvenir (The sweet hereafter)

BY EMILY DICKINSON


¿Creíais que este blog había muerto? Pues no, sólo estaba dormido, a la espera de un príncipe/princesa azul que con un beso de amor lo despertara de su letargo. Y este mágico ósculo no ha sido otro que el de nuestra viajera Pasaventa –curiosamente, autora de la última entrada de La ventana indiscreta- pidiendo, para su concurso veraniego, información sobre El dulce porvenir, de Atom Egoyan.
No os voy a hacer ninguna crítica, que para eso está el Google y todos somos mayorcitos y sabemos usarlo, y recomendar la película sería mandaros a videoclubs de arte y ensayo (de esos que ya no quedan) o remitiros directamente al Emule. Sí os diré que me ha llamado la atención un artículo en el que se analiza la relación con el flautista de Hamelín (hace mil años que vi la peli y no recordaba ese paralelismo, que aparece constantemente –según el autor del artículo- a lo largo de toda la cinta); ya sabéis que la acción transcurre en un pueblo canadiense (de ahí el interés de nuestra Pasaventa) que se ha quedado sin niños a raíz del accidente de un autobús escolar. Por cierto, para los más descreídos, Hamelín existe de verdad: se llama Hameln, está cerca de Hannover (léase “janofa”), al norte de Alemania, y la mayor atracción del pueblo es la representación del cuento del flautista cada domingo en la plaza, con la participación de todos los niños del lugar, la mitad caracterizados de ratas. La ruta turística del pueblo (la casa del flautista, el ayuntamiento, la estatua del flautista, etc...) está marcada en las calles por miles de ratitas de colores dibujadas en el suelo. Eso es explotar la leyenda de un pueblo, y lo demás son tonterías.
Aunque sea un poco traído por los pelos, os recomiendo a los futuros viajeros a Estambul/Constantinopla/Bizancio otra película del mismo director, Ararat, que trata sobre el genocidio del pueblo armenio a manos de los turcos (a ver si os atrevéis a sacar el tema en pleno Bazar de las Especias...), genocidio del que yo –como imagino que algunos de vosotros- no tenía ni idea hasta que vi la peli; de hecho, los turcos siempre se han encargado de negarlo. El propio Atom Egoyan es, aunque canadiense, de origen armenio, y el protagonista (el polifacético Charles Aznavour) también. (En el instituto tenemos también un alumno armenio, aunque si lo vierais en la Bola de Oro rodeado de sus coleguitas jamás se os ocurriría compararlo con Egoyan o Aznavour).
Nada más. A ver si esta entrada sirve de empujoncito para darle nueva vida al blog... o a lo peor es un empujón para precipitarlo al abismo y que acabe sus tristes días en estas líneas... no sé, no sé.

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